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miércoles, 18 de marzo de 2009

La invasión.

Un par de ellos me trajo papel y lápiz, y pidieron que escribiera la historia. Me he tomado mi tiempo para empezar a escribir. He intentado adivinar los motivos detrás de su petición. Podría ser, y fue lo primero que pensé, que querían conocer mi experiencia para burlarse de mí, quise creer entonces que un grupo rebelde se formaba en su interior, que mi narración sería la gota que colmaría el vaso y cambiaría el mundo. Ultimamente he soñado con que mis palabras los seduzcan y ellos me dejen libre. He pensado una y otra vez en como contar mi cuento, y no sé como empezar.

Podría hacerlo por las frases que últimamente se repiten en mi cabeza. Esas frases que nos convencieron de que nuestras mujeres eran las más lindas del mundo. Las aprendimos y creímos; las dijimos con la misma fe con que un sacerdote recita el credo. Las mujeres más bellas del mundo estaba allí, en todas partes, en los buses, en las clases, en calles solitarias, durmiendo tras una ventana. Donde quiera que miraras allí estaban ellas. Siempre fue así.

Tal vez debería empezar por el dia en que vi a un ángel por primera vez. Era una mujer un poco entrada en carnes, pequeña de estatura, y de cabello negro, no muy bonita según recuerdo. Pero entonces no pude dejar de mirarla, todo en ella era provocativo, desde la manera en que sus regordetas piernas se frotaban una contra la otra, hasta su obvia miopía. Era la mujer más bella que había visto en mi vida. Y yo no era el único fascinado, todos los hombres con quienes se cruzó la seguimos un largo tiempo. Finalmente ingresó a un elegante auto desde el que un apuesto hombre la llamaba insistentemente. Nos quedamos allí, quietos, sintiéndonos tan solos y débiles como un niño abandonado al nacer. Callamos, evitamos movernos, nos molestaba el sonido de nuestra propia respiración. Luego el encanto se desvaneció y nos alejamos.

Los llamo ángeles, pero no tienen un origen divino. Son tan humanos como yo, quizás un poco menos. O más. No entiendo el proceso que convierte a una persona en ángel. Nadie lo sabe. Hay maquinas cerca de mi prisión, pero parecen no ser importantes, jamás las he oído trabajar. Siempre aparecen más y más de ellos. Algunos de los nuevo solían ser compañeros en la resistencia. Parecen recordarme vagamente, no lo suficiente para hablarme, pero si lo suficiente para sonreírme cuando nuestras miradas se cruzan.

Los medios enloquecieron con los ángeles. Todos los periódicos los cubrían. La segunda venida de Cristo, una guerra intergaláctica o la posibilidad de acabar el hambre en el mundo son historias que hubieran sido ignoradas entonces. Yo los amaba, sentía que su belleza era un primer paso verdadero en la lucha por la justicia mundial, eliminar el físico como factor hacía que sólo importara lo de adentro. Los apoyaba incondicionalmente hasta que los vi a los ojos. Me asustó el ver tanta tranquilidad en ellos. Huí entonces de la ciudad y me oculté en la cabaña de un viejo amigo. Ella, la mujer que amaba decidió quedarse, quería ser como ellos. Como si estuviera muerta la dejé en la ciudad y muerta se quedó para mí. Sé que debe haberse convertido en una de ellos, y la entiendo, tanta paz es tentadora.

Mi prisión no está cerrada, si lo deseara podría abrir la puerta y salir corriendo. No es escapar lo que deseo, sólo quiero seguir siendo yo. Huir es inútil, Durante años corrí, me escondí, me uní a grupos rebeldes que hablaban sin cesar o pensaban demasiado, o que actuaban de manera estúpida y eran atrapados antes de lograr nada.

El primer grupo del que hice parte fue de lejos el mejor de todos. Teníamos un plan y no temíamos actuar. Queríamos infiltrar a los ángeles, mandamos grupo tras grupo a rendirse ante estos con la esperanza de que alguno se mantuviera fiel a nosotros. los primeros eran los más convencidos de nuestra lucha, los segundos fueron entrenados para soportar la tortura, los terceros fueron hipnotizados con la esperanza de que pudiéramos ponerlos bajo nuestro control. Todos los fracasaron. Ni uno solo volvió a nosotros, o intentó contactarnos. Yo me ofrecí de voluntario para la cuarta misión. Días antes de partir los capturaron a todos. Era el vigilante esa noche, los vi entrar, y luego observe a mis compañeros salir sin estar encadenados, sin que los obligaran con un arma. Seguían a una hermosa mujer de piel oscura. La belleza los rindió. Avisé a los campamentos cercanos con la señal de luz convenida. Nadie respondió. Estuve oculto sobre un árbol hasta el amanecer cuando partí en busca de otro grupo.

Deambular de grupo en grupo fue mi manera de vivir la guerra. No fui el único, otras personas hacían lo mismo. Eramos los mensajeros entonces, nuestros mensajes eran repetidos en cada campamento, en cada célula, para cada persona que tuviera el nombre del destinatario o luciera un poco como este.

Mi deambular me permitió entender que habíamos perdido la guerra desde el principio. Ellos se fortalecían con el pasar de los días, y llevaban entonces años fortaleciendose. Los nuestros desertaban, eran capturados, o se negaban a destruir a los ángeles, jamás vi que uno solo de estos cayera muerto. Muchos de los nuestros, en cambio, se quedaron congelados con el arma en la mano, una sonrisa entonces, o un gesto bastaba para hacerlos temblar de jubilo, y convencerlos de entregarse. O más comúnmente, para llevarlos al suicidio.

Su belleza es proverbial. Sueño con ella casi todas la noches. Uno piensa que se ha acostumbrado a ella, que podría empuñar un cuchillo en su contra, pero cada vez el hechizo parece repetirse. Y uno queda de nuevo incapaz de defenderse, incapaz de pensar o reaccionar. Perdimos desde el principio, no hay manera de destruirlos.

Eramos pocos en el ultimo campamento en que estuve. Nos dirigíamos al norte, la frontera de un pais vecino estaba cerca, pensábamos refugiarnos allá hasta recuperar la fuerza; lo habíamos hecho antes. Nunca llegamos, la noche antes de alcanzar la frontera nos sentimos seguros y paramos a descansar. Vi las luces acercarse, escuché las voces, hice las señales acordadas, y los que aún podían huir lo hicieron o al menos lo intentaron. Estábamos rodeados, la luces provenían de todos los rincones, probablemente ni uno solo pudo escapar esa noche. Lo vi todo desde la rama en que me hallaba. Pensé en esconderme, en seguir el camino al amanecer, en seguir luchando, pero me sentí cansado de golpe y bajé lentamente del árbol, me senté sobre las raíces a esperar. No tardaron demasiado.

Su belleza no es algo visual, el olor ayuda, igual que el oído. El aire alrededor de ellos pareciera incluso saber distinto. Muchas veces intentamos usar ciegos para matar algún ángel, estudiarlo por dentro y descubrir el secreto de su magia. Contrarrestarlo también, de ser posible. La ceguera disminuía el encanto, es cierto. Pero ciegos, sordos, anosmicos, gente sin lengua, todos fracasaron, incluso aquellos que poseían varias de estas características. Fui llevado con los ojos vendados a mi prisión. Me dieron papel y lápiz, me pidieron escribir la historia y no sé por qué desean que escriba. Me pregunto si los nazis hubieran publicado el diario de Anne Frank de saber que existía, solo para recordarse su propio poder.

Hoy es el día en que voy a hacerme uno de ellos, y sólo dos cosas me preocupan. Que al mutar en ellos me pierda. De no existir ese riesgo, ¿por qué me pedirían escribir antes de ser transformado?. Y que toda belleza artificial lleva consigo una carga de dolor, luego una belleza tan perfecta sólo puede nacer de un dolor agónico y largo, sus sonrisas misteriosas sólo pueden nacer de saber que no son los últimos que sufrirán ese dolor. También me inquieta el destino que tendrán mis palabras, ya no sueño con que la resistencia las encuentre, es inútil, nadie puede luchar con toda el alma contra algo tan bueno y puro, nadie puede resistirse a la belleza.

2 comentarios:

BLOGGER dijo...

El cuento tiene una gran ambición, pero carece de sorpresa, de emoción. deberías revisar su estructura, y caes en repeticiones sin sentido alguno...sin embargo, me he divertido, y al fin de cuentas, es lo importante.
Nos vemos en el taller.

zukovsky dijo...

No entro a rajar, simplemente me gusta.

Buena fortuna ;)